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Resumen de la novela "El testamento era falso"

De Robert Casanovas
 

ISBN : 979-1098073106

https://www.amazon.fr/dp/B0G44V77Z7




 

 

En octubre de 2023, en los Archivos Nacionales de Francia, el historiador Pierre Bertier hace un descubrimiento inquietante. Especialista en restituciones de obras de arte, investiga desde hace tres años sobre Leonardo da Vinci y se topa con una frase enigmática en una correspondencia: Leonardo habría tenido "cartas del Rey cristianísimo permitiéndole testar". Sin embargo, tras revisar los nueve volúmenes del Catálogo de los actos de Francisco I que registran todas las cartas de naturalización otorgadas entre 1515 y 1547, Bertier no encuentra ningún rastro de Leonardo da Vinci.

La implicación es explosiva: sin naturalización, Leonardo murió extranjero en suelo francés. El "derecho de aubana" –ley feudal que estipulaba que a la muerte de un extranjero, todos sus bienes pasaban automáticamente al rey– se aplicaba por tanto. Leonardo nunca habría podido legar legalmente sus obras. El testamento sobre el cual se basa toda la historia de la transmisión de su herencia sería falso, tanto más cuanto que nunca se ha encontrado ningún original francés, solamente una versión italiana.

Con Antoine Marchand, conservador de los Archivos Nacionales, Bertier elabora su tesis: Francesco Melzi, discípulo favorito de Leonardo, habría fabricado un testamento falso para apropiarse de las obras que, legalmente, pertenecían a la Corona. En cuanto a La Gioconda, contrariamente a la versión oficial que afirma que fue "donada" al rey por Salaï en 1518, habría entrado en las colecciones reales por confiscación en aplicación del derecho de aubana.

La novela reconstituye la vida de Leonardo en la mansión del Clos Lucé. En otoño de 1516, a los 64 años, agotado por treinta años de vagabundeo entre cortes italianas, encuentra por fin refugio junto a Francisco I, quien le ofrece una libertad total: el título de "Primer pintor, ingeniero y arquitecto del Rey", una pensión de mil escudos de oro, y esta magnífica mansión conectada al castillo real por un pasadizo subterráneo.

Leonardo llega acompañado de sus dos discípulos: Francesco Melzi, de 25 años, noble milanés que lo ha abandonado todo para seguir al maestro, y Salaï, de 36 años, antiguo niño de la calle convertido en artista consumado. El taller se convierte en un centro de actividad creativa y científica. Leonardo retoca incansablemente La Gioconda, observa la naturaleza con curiosidad insaciable, concibe proyectos para Francisco I (la escalera de Chambord, fortificaciones, canales).

Pero su cuerpo lo traiciona: un ataque ha paralizado parcialmente su brazo derecho. Se desarrolla una verdadera amistad con el joven rey que viene regularmente a conversar con él, a veces solo por el pasadizo subterráneo. En diciembre de 1518, Leonardo se da cuenta con angustia de que ha descuidado solicitar oficialmente el otorgamiento de cartas de naturalización. Convoca a sus discípulos y les explica las terribles implicaciones: a su muerte, todo volverá automáticamente al rey. Los agentes reales vendrán a hacer un inventario, a llevárselo todo. Sus miles de páginas de investigaciones científicas –sobre el vuelo de los pájaros, el flujo de los fluidos, la anatomía humana– serán dispersadas, vendidas a coleccionistas ignorantes, relegadas a bibliotecas húmedas. Es entonces cuando Salaï sugiere lo impensable: sustraer las obras más preciosas antes de la llegada de los agentes reales. Francesco Melzi añade: podrían esconder las creaciones. Leonardo, conmovido por la devoción de estos dos hombres que han sacrificado su juventud por él, termina por aceptar tácitamente: "Hagan lo que juzguen necesario. Pero sean prudentes." El 2 de mayo de 1519, Leonardo se apaga en el Clos Lucé. Inmediatamente, Francesco y Salaï ponen en marcha su plan con precisión militar. La Gioconda debe quedarse –su ausencia sería notada. Pero los miles de páginas de manuscritos, los cuadernos científicos, ciertos cuadros menos conocidos son discretamente evacuados hacia Italia.

Algunos días más tarde, los agentes reales llegan y realizan su inventario de lo que queda. ¿Cómo podrían saber lo que debería estar allí? Nunca han visto el taller de Leonardo en vida. La Gioconda entra oficialmente en las colecciones reales en virtud del derecho de aubana. La historia oficial comienza a escribirse. Francesco regresa a Milán con su tesoro. Inteligente y cultivado, sabe que la precipitación mata. Elabora una estrategia sofisticada durante varios años. Primero el silencio: de 1519 a 1521, no dice nada, deja pasar el tiempo. Luego construye metódicamente una red de testimonios. Cultiva "recuerdos" entre antiguos criados del Clos Lucé que habrían "oído" a Leonardo hablar de sus herederos. Un sacerdote local habría "asistido" a los últimos momentos. Todos estos testimonios convergen milagrosamente: Leonardo quería legarlo todo a Francesco. El genio de Francesco reside en su comprensión de que necesita un garante institucional. Se apoya en la familia Boreau, notarios de Amboise desde generaciones, que se convierten en los depositarios del "secreto". Una institución que se perpetuará, transmitiendo de padre a hijo la versión oficial, creando una arquitectura de mentira tan elaborada que sobrevivirá cinco siglos. Francesco nunca fabrica falsas cartas de naturalización –demasiado peligroso. Su plan es más sutil: abandona lo que quedó en Francia (La Gioconda, ya confiscada de facto) para legitimar lo que se llevó a Italia. Estas obras, al no estar ya en territorio francés en el momento de la muerte de Leonardo, escapan al derecho de aubana. El testamento no aparece hasta 1525, seis años después de la muerte de Leonardo, cuando Francesco necesita legitimar una venta. Es una versión italiana –ningún original francés existe. Pero nadie se sorprende: todo el mundo "sabía" ya que Francesco era el heredero. Francesco ha hecho un cálculo pragmático: en lugar de intentar guardarlo todo y arriesgarse a perderlo todo, ha sacrificado lo que no podía conservar para salvar el resto.

De vuelta al presente, Bertier y Marchand llevan a cabo tres años de investigaciones profundas, descubriendo progresivamente todas las incoherencias, los silencios sospechosos, los documentos faltantes. Bertier redacta un artículo académico publicado por el Leibniz Institut für Sozialwissenschaften en 2025, luego una novela histórica para hacer su tesis accesible. En diciembre de 2025, Bertier se encuentra frente a La Gioconda en el Louvre, poco después de un robo espectacular en el museo. Ha transcurrido un mes desde la publicación de su novela. Contempla a la Dama, siempre ahí detrás de su cristal blindado, imperturbable. Marchand se le une y pregunta: "Después de todo este trabajo... ¿todavía piensa que Francesco Melzi se equivocó al robar estas obras?"

Bertier responde: "Francesco era un hombre de su época. Actuó según los códigos morales del siglo XVI. Lo juzgamos con nuestros valores del siglo XXI. Lo que es seguro es que sin la audacia de Francesco, quizás no tendríamos estos manuscritos científicos extraordinarios. ¿Era justo el derecho de aubana? No. ¿Estaba justificado el robo? Probablemente no. Pero el resultado está ahí. Obras maestras preservadas, estudiadas, admiradas por millones de personas."

La novela concluye con esta ambigüedad moral deliberada. Bertier ha dejado el juicio al lector: "¿Criminal o héroe? ¿Ladrón o salvador? Cada lector se forma su propia opinión."

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