
LA HABITACIÓN ROBADA
Novela de Robert Casanovas
Esta novela es una ficción histórica basada en hechos reales que narra el expolio de la colección del japonés Kōjirō Matsukata por parte del Estado francés.
Matsukata, acaudalado industrial japonés, constituye en Europa una colección excepcional de más de mil obras, entre ellas "La habitación en Arlés" de Van Gogh. Ayudado por su consejero Kōsaburō Hiōki, sueña con crear un museo en Japón para familiarizar a su pueblo con el arte occidental. Debido a los derechos de aduana prohibitivos impuestos por el gobierno japonés (100%), la colección permanece almacenada en Europa, principalmente en los sótanos del museo Rodin en París y en el guardamuebles Pantechnicon en Londres. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Hiōki es alertado de que las obras corren el riesgo de ser incautadas. Un misterioso incendio destruye el Pantechnicon y la parte londinense de la colección. En octubre de 1944, el general de Gaulle y sus colaboradores orquestan la confiscación de la colección parisina. Explotan una ambigüedad jurídica: Francia nunca declaró formalmente la guerra a Japón, pero utiliza esta supuesta "beligerancia" para justificar la incautación. El 5 de octubre de 1944, las obras son puestas bajo secuestro como "bienes enemigos". El tratado de San Francisco de 1951 es utilizado posteriormente para legitimar la apropiación. En 1958, de Gaulle firma una ordenanza presentada como "generosa": Francia restituye 300 obras menores a Japón pero conserva las 18 obras maestras más valiosas, incluido el Van Gogh. Esta "restitución parcial" es celebrada como un magnífico gesto diplomático, cuando en realidad consolida el robo.
La administración francesa organiza metódicamente el borrado de toda referencia a la colección Matsukata. Los conservadores reciben directrices para neutralizar la procedencia de las obras en los catálogos y cartelas. Los expedientes comprometedores son clasificados como "sensibles". Los herederos Matsukata, dispersos y desorganizados, intentan esporádicamente protestar pero se topan con un muro. Kenji Matsumoto, bisnieto del coleccionista, formado en Harvard, libra una lucha encarnizada en los años 1990-2000 para dar a conocer el caso, pero termina por abandonar, agotado ante la inmensidad de la tarea y la indiferencia internacional.
En 2024, Pierre Bertier, profesor jubilado y fundador de la ONG "Retorno y Restituciones", descubre el caso Matsukata. Con un equipo de juristas e historiadores, monta un expediente implacable que demuestra tres irregularidades mayores: la ausencia de declaración formal de guerra a Japón (lo que hace ilegal la ordenanza de 1944), la aplicación abusiva del tratado de San Francisco, y la violación de la Constitución francesa por la ordenanza de 1958. En abril de 2025, presenta una comunicación ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Ginebra, invocando la "gestión de negocios ajenos" para representar a los herederos dispersos. El expediente es considerado lo suficientemente sólido como para ser declarado admisible por unanimidad.
Francia adopta una estrategia de obstrucción sistemática ante la ONU, multiplicando las solicitudes de prórroga por razones falaces. Pero esta temporización produce el efecto contrario: el caso Matsukata se convierte en un símbolo de los expolios culturales de Estado.
El epílogo subraya que la verdadera victoria no reside en la obtención de las restituciones, sino en la transformación del debate público internacional. El caso Matsukata ha demostrado que un individuo determinado, armado con la verdad, puede desafiar a los Estados más poderosos. La novela ilustra cómo funciona el expolio cultural de Estado (apropiación inicial dudosa, legalización a posteriori, borrado de huellas, prescripción adquisitiva) y cómo la justicia, aunque lenta, termina por triunfar. Rinde homenaje a todos aquellos que luchan para que la verdad histórica sea restablecida y los expolios sean reparados.